Olor, Color, Sacudimiento
Por: Víctor Manuel Mendiola
Por: Víctor Manuel Mendiola
Desde hace muchos años, la abstracción de Othón Téllez es violenta, es decir, tiene fuerza y nos ataca. En la pintura de Téllez hay estructuras en crecimiento, pero no hay volúmenes monocromáticos y superficies nubosas, lienzos o lonas relamidas con pinceladas largas o cuidadosamente rizadas. También hay una multitud de detalles, pero no hay sutilezas o no le interesa que las haya. Si él encuentra una superficie esfumada, la elimina, ya sea ensuciándola con brochazos en sentido contrario o dándoles una textura casi siempre parda y granulada; si él descubre un adorno lo desfigura con una línea dentada o con un garabato.
En su pintura, la materia siempre está en estado de gravedad, cayendo o retorciéndose hacia algún lado y, en especial, -como toda gravedad- hacia lo oscuro. Es como si Téllez nos quisiera mostrar En el gran baño de sol cómo lo orgánico avanza, de un modo implacable y festivo, con rumbo a lo inorgánico; cómo, a final de cuentas, el círculo se resuelve en ángulos inesperados y, de esta manera, Othón Téllez nos dice también que el hueso o la rania se rompe como una línra -proponiéndonos, para fenómenos distintos, la misma composición tremenda. De un cuerpo en disolución, Téllez crea no otro cuerpo, sino un estado de eclosión, una efervescencia, una respiración si no sucia sí densa en donde lo secundario avasalla a lo principal y en dónde el corazón sólo es un apéndice.
En los colores de Téllez, uno percibe la energía que pueden despedir los pudrideros -reales, fosas comunes miasmas. Deshacerse es también elevarse. Esta es la idea que rige los enfrentamientos cromáticos que por todas partes vernos en los cuadros de la exposición En el gran baño de sol. Por eso están juntos, de una forma estridente, los amarillos y los verdes, los azules y los naranjas, el negro y todas las demás coloraciones. Las cosas se fracturan para volver a ser. Al ver la pintura de Othón Téllez, tenemos que dejar de lado la idea de una relación armoniosa y tenemos que abandonar el concepto de ritmo como estabilidad. En la mirada de Othón Téllez no importa si existe o no organización (aunque en su pintura adivinemos un orden); lo que sí tiene significado es hallar el nudo que sostiene y desfigura todo lo creado dándole un sentido.
En la pintura de Téllez observamos un empuje que no es espontaneidad y también observarnos un entusiasmo que no es propiamente alegría. Los cuadros de En el gran baño de sol nos despiertan, pero no como si abriéramos los ojos a una mañana perfecta y colmada de presentimientos y futuro. La pintura de Othón Téllez nos despierta porque ocurre como una experiencia fuerte que nos ataca: olor, color, sacudimiento.